lunes, 23 de marzo de 2009

De San Martín de los Andes a Zapala

A la salida de San Martín de los Andes el paisaje cambia por completo, desparecen el agua y los lagos, y se hace mucho más desértico, dominado por arbustos que apenas levantan un palmo del suelo. La carretera sigue tan vacía como siempre.





Sólo se encuentran árboles cerca de los cursos de agua, como este río, llamado Collon Cura. Este puente me recuerda a los de Nueva Zelanda, con ese aire de provisionalidad que tanto nos choca a los europeos. Claro que por aquí hay mucho menos tráfico y no se justifica un puente más ancho.




Decido pasar caminando por el pretil para sacar algunas fotos del río, que como veis lleva bastante agua.


Y claro, apareció el único camión que tenía que pasar por allí en todo el día. Nos saludamos y nos reímos por lo extraño de la situación.


Si San Martín de los Andes era una ciudad pequeña, Junín lo es aún más. Algunas casas de una o dos plantas, cabañas en las que pernoctar y un par de gasolineras donde poder repostar y comprar algo de comida. Todo ello en mitad de un paisaje igual de desértico que el que acabamos de dejar atrás.

Por allí cerca está el Parque Nacional Lanín, uno de los más importantes de la zona, pero ya he decidido que lo veré a la vuelta, así que tomo la Ruta 40 hacia el norte, hacia Zapala.

Grandes mesetas dominan el horizonte. A través de los últimos millones de años la tierra de ha levantado en algunas zonas y se ha hundido en otras. La carretera se aferra a ellas y aparecen los primeros precipicios.




Voy tan concentrado en la conducción que casi se me olvida mirar hacia los Andes. La silueta del volcán Lanín, mucho más alto que el resto de montañas, se recorta en el horizonte bajo un gorro de nubes.




Las mesetas quedan atrás y vuelve la llanura con sus rectas interminables. Me crucé con ocho coches en cuarenta kilómetros. Y eso contando con que paraba de vez en cuando para hacer fotos.

Voy hacia allá…


… y vengo de aquí. ¿Alguien ve la diferencia entre ambas direcciones?


Aquí tenemos otra panorámica del Volcán Lanín, ya sin nubes.


Y un pequeño aperitivo de lo que mañana será Laguna Blanca.



Zapala no es la ciudad más bonita del mundo, y estuve dando vueltas por sus calles vacías de gente, desesperado por encontrar un lugar donde dormir. Después de tantos kilómetros parecía haber llegado al fin del mundo y temí tener que hacer algunos más. Pregunté a un taxista y me dijo que había un casino con hotel y restaurante un par de cuadras más adelante. Una vez más estaba salvado.

La máquina de magnetizar las llaves estaba estropeada y tuvimos que probar en varias habitaciones hasta poder entrar en una. Fue un momento de suspense que se resolvió a mi favor, pero ya me veía durmiendo en el coche.

Me sentía un poco fuera de lugar, allí sentado, con una cerveza y un libro entre máquinas tragaperras, ruletas y mesas de póker, esperando que llegase la hora de cenar, pero comí el mejor matambre del viaje y el personal fue muy amable.