lunes, 16 de marzo de 2009

Los Siete Lagos

Hoy toca conducir hacia el norte. Mi objetivo es llegar hasta Zapala en uno o dos días, dependiendo de lo que me entretenga por el camino. El Parque Nacional Laguna Blanca me espera, y la Ruta 40 también, pero decido hacer la ida por la parte montañosa y más difícil, donde hay tramos sin asfaltar y poder regresar más deprisa a Bariloche dentro de un par de días.


El Lago Espejo es ya un viejo conocido, pero como hoy no me espera ningún barco puedo detenerme junto a su orilla. No sólo hace honor a su nombre, también se cruza una familia en mi fotografía y quedan recortados sobre el fondo.


Los reflejos son increíbles a esta hora de la mañana. El color del agua de un azul intenso, la temperatura perfecta. Paz y tranquilidad.



La pista de tierra serpentea entre los montes, que no son muy altos y están plagados de arbustos y pequeños árboles. Una vez más estoy solo; por mucho tiempo que esté parado sacando fotos al borde de la carretera no pasa nadie.

Detrás de una de las muchas curvas descubro desde lo alto el Lago Villarino.


Este lago desagua en otro, el Falkner. Aquí hay gente acampada, pescando, navegando en pequeñas motoras o tomando el sol en la orilla, pero todo está en silencio y no hay basuras por ningún lado. Se ve que es gente educada y respetuosa.




Volvemos a ascender ligeramente, pasando por varios miradores sobre los lagos hasta llegar a la cascada Vulignanco. Después de Iguazú ninguna cascada me impresiona, pero aún así le tomo la foto de rigor.


Al Lago Hermoso se llega por un estrecho camino, atravesando un río que apenas tiene unos centímetros de profundidad. Son sólo dos kilómetros así que me arriesgo a pasar con el coche.



De vuelta a la carretera principal me espera el Lago Machónico, otra maravilla de la naturaleza, de aguas tranquilas, rodeado de vegetación.




Los notros, esos arbustos de flores rojas, destacan en primer plano.


Éste es un arroyo curioso, llamado el Arroyo Partido porque se divide en dos en este punto. Una parte desemboca en el Atlántico, mientras que la otra terminará en el Pacífico. También está indicado, y al borde mismo de la carretera.


Algunas curvas más y el Lago Lácar aparece ante nosotros. Es enorme, como se puede apreciar en estas tres fotos. La población que aparece en la última es San Martín de los Andes, una ciudad de calles dispuestas en forma de cuadrícula y que tiene mucho encanto.




En un principio tenía previsto dormir aquí, pero como he madrugado apenas si es hora de comer. No hay ningún barco en el puerto que me pueda llevar de paseo por el lago, así que pongo rumbo a Junín de los Andes.