jueves, 4 de junio de 2009

Parque Nacional de Los Alerces II

Como es ya habitual, la pista de ripio discurre junto a un gran lago, pero yo sigo sorprendiéndome con el paisaje como la primera vez. Hay rosales salvajes por todas partes, y el color del agua es de un azul intenso.




La tranquilidad de las aguas propician los reflejos.





Nos adentramos aún más en el parque, y la carretera se hace un hueco entre árboles de gran altura. Veo también mis primeros arrayanes.



Aprovecho para usar el filtro polarizador, dando más fuerza al verde y al azul.

El Lago Menéndez se oculta tras los árboles.



Aparco y me dirijo hacia un sendero señaladazo de menos de dos kilómetros de longitud. Carteles explican la flora, la fauna y las condiciones del suelo. El camino es sencillo, completamente plano, y discurre al lado del río Arrayanes.



Éste es el Río Arrayanes.


Al final de la senda alcanzamos un alerce centenario imposible de sacar en una sola foto.


Regreso al coche por el mismo camino, bordeado de enormes árboles cuya sombra se agradece.

Algunos kilómetros más adelante hay otra senda, supuestamente circular, más empinada, que nos lleva hasta esta vista del Lago Verde.

En la cima encuentro un matrimonio norteamericano, de Florida. Él toca muy suavemente una especie de laúd, ella está apostada, rodilla en tierra frente a un trípode que sostiene una cámara de buena calidad. Terminamos charlando un buen rato de la crisis y de nuestros respectivos países.
Luego descubro que la senda no es circular, sino que me lleva lejos del coche, así que doy la vuelta y tras estar cinco minutos perdido regreso por donde he venido.

El sol comienza a descender, pero aún quedan muchas horas de luz y los kilómetros van cayendo. La carretera está en buen estado y si bien no se puede correr tampoco pierdo mucho tiempo. Apenas me cruzo con alguien.



Cerca ya de la Ruta 40 me encuentro con estas aves. No sé cómo se llaman, pero están siempre al acecho al borde de la carretera. Dejan que me acerque, pero no les gusta estar a la misma altura del coche, así que avanzamos y retrocedemos en una especie de baile sin que quieran marcharse.