jueves, 28 de mayo de 2009

Parque Nacional de Los Alerces I

En los alrededores de Esquel hay más agua y el paisaje es más verde. Me acerco a Trevelin, una ciudad de orígenes galeses, pero no me dice gran cosa. Esto es lo más al sur que voy a llegar con el coche, y hoy inicio un largo recorrido por el Parque Nacional de Los Alerces, que discurrirá en su mayor parte por pistas de ripio.



En la oficina de turismo de Esquel fueron muy simpáticos y eficientes. Me recomendaron qué ver y me ayudaron bien a distribuir mi tiempo, que para variar era escaso.

Esta señal me llamó la atención; creo que los argentinos exageran un poco con las pendientes, que al menos en esta parte del país son suaves.




Este cartel, con la frase atribuida a un jefe indio, estaba junto a la entrada del parque y me sonaba familiar. Me parece muy acertada y ya apareció en El Corazón del Escorpión hace año y medio.



Un pequeño cementerio recuerda a los primeros colonos, establecidos aquí en la primera mitad del siglo XX.


Esta rapaz estaba posada tranquilamente sobre uno de los carteles del centro de recepción de visitantes. Es un lujo poder admirarlas desde tan cerca.


El lago Futalaufquen, con las aguas en calma. Es más grande de lo que aparenta en esta foto.

Otra rapaz más. Me fui acercando hasta que salió volando, pero yo estaba preparado y no me pilló por sorpresa.



En los alrededores del centro de visitantes hay un precioso campo lleno de flores y unas rocas con pinturas rupestres. Como es lógico, estas últimas no son tan buenas como las que podemos encontrar en Europa, pero hay que considerar su menor antigüedad.



El parque es precioso, tiene muchos puntos de interés y merece la pena visitarlo.


Estaba haciendo fotos cuando escuché ruidos en unos matorrales. Me acerqué, pero eran tan densos que me fue imposible saber qué animal los provocaba. Al final descubrí que se trataba de un pájaro carpintero, macho, para más señas. Por desgracia se marchó enseguida y no me dio tiempo a sacarle una buena foto.

Este es el campo de flores del que os hablaba antes.



domingo, 24 de mayo de 2009

De Bariloche a Esquel

El día amanece nublado, e incluso caen algunas gotas a mi salida de Bariloche, pero enseguida deja de llover. Los lagos ofrecen hoy una imagen bien distinta. Este es el Nahuel Huapi de las primeras entradas.


Es un buen momento para fotografiar flores, como este rosal silvestre. La luz viene tamizada por las nubes, así que aprovecho, sabiendo que quedarán mejor.



Mientras, voy pasando al lado de varios lagos, todos bastante grandes, como el Mascardi.


La carretera está bordeada de las típicas flores amarillas y, como de costumbre, apenas hay tráfico.


También se encuentran muchas hierbas de color rojo y que apenas levantan un palmo de altura, cuyo nombre desconozco.


Cerca del lago Puelo las nubes me dan un descanso y el sol hace tímidos intentos por salir. Me gustan esas embarcaciones antiguas; me recuerdan a las películas de los años cuarenta y cincuenta, llenas de aventuras en blanco y negro.




El rojo encendido de esta rosa se debe a mis experimentos con el filtro polarizador. Creo que quedó demasiado fuerte.

Continúo mi camino hacia el sur y me desvío para contemplar el lago Epuyen. Las nubes han vuelto para quedarse, pero me vienen bien, porque hoy tengo que conducir muchos kilómetros y el sol quema demasiado mi piel.

Más flores, con y sin bicho.


Y más nubes en una carretera plana, que no anodina, y sin curvas.




Algunas nubes tienen formas curiosas, como ésta, que parte el cielo en dos.



A la llegada a Esquel la tarde augura un día despejado para mañana. Una vez más estoy de suerte, porque veremos el Parque Nacional de los Alerces.