El Parque Nacional Lanín merece mucho más que una tarde, pero andar escaso de días nuca ha sido una buena cosa, y yo quería ver más cosas. Conforme me iba acercando el volcán se iba cubriendo más y más de nubes. Era una carrera contrarreloj que siempre supe perdida.
Un bosque de araucarias me esperaba a la entrada. Puede que en América estén acostumbrados a estos árboles y no les llamen la atención, pero para mí eran una novedad.
Poco a poco me fui adentrando en el bosque. Auténticos fósiles vivientes nos observan.
El asfalto ha desaparecido, pero como de costumbre no es complicado circular por la pista de tierra. Eso sí, para llegar al lago hay que cruzar un río. Estoy convencido de que podría pasar, pero no me atrevo a quedarme atascado en un lugar tan aislado, y por desgracia, no tengo tiempo de ir y volver caminando.
La Ruta 40, en torno al punto kilométrico 4200 ofrece unos paisajes espectaculares. Ya me habían dicho que aquí el aire es muy limpio y que las nubes son especiales.